Viernes, 11 horas del mediodía en La Plata, el cielo parece que se va a caer. La lluvia amenaza a los ciudadanos pero igualmente aquel local abierto desde 1970 sigue en pie, superando catástrofes, manteniendo su estilo artesanal en aquella esquina de 54 y 6. Con los pies empapados y bajo aquel pequeño techo que cubre la vidriera repleta de aritos, tazas, mates decidimos ingresar en ese negocio que por fuera parece gigante pero por dentro es diminuto.
Su puerta está abierta e invita a entrar. En el interior la luz es leve, está cubierta por la gran cantidad de objetos a la venta. Los ojos no llegan a captar la gran cantidad de cosas pegadas una al lado de la otra. Lo artesanal se fusiona con lo industrializado.
El gran mostrador delimita el espacio redondo donde los clientes se paran. Allí atrás se encuentran dos empleados, una joven y un hombre mayor. Detrás del mostrador, a espaldas de los trabajadores se ve la vidriera y al otro lado de la misma, donde pasan los autos y cae la lluvia.
En el mostrador del lado derecho apenas se pueden apoyar los brazos, sobre este hay velas, lapiceras, anotadores, sahumerios y jabones. Del lado izquierdo hay un diminuto espacio marcado por otro tipo de lapiceras y lápices, tarjetas de regalo y algunas agendas de Mafalda. Entre los clientes se encuentran estructuras metálicas de donde cuelgan llaveros, carteras y paraguas. Regalos para niños y útiles para el colegio.
En el techo se ven osos de peluche gigantes y mochilas. Una columna sostiene, del lado derecho, el techo de madera, en esta se ven tres cuadros de The Beatles. Dirigiendo la vista a la entrada se observa a la izquierda cinturones y más carteras de cuero.
Luego de unos minutos de espera, llegó a escena el dueño de “El Artesano”, para dar una entrevista en la calle, mientras los autos salpicaban y la vereda se empapaba.

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