En la actualidad, ya no es lo más común tener un local puro y exclusivamente para la venta de artesanías. Guillermo Gonzáles, desde la década del ’70 trabaja en El Artesano, un local que creó junto a su hermana, quien después de dos años decidió hacerse a un lado del proyecto.
Alto y serio, alrededor de los 40 años de edad, no bajó los brazos y supo adaptarse a cada cambio externo que así lo requería. Pasó de fabricar casi la totalidad de su mercancía, a incorporar también, hoy, productos importados y artículos de librería. Con su voz cálida, lenta y con las palabras justas, no deja espacio a ninguna duda sobre lo que hacer.
Llegó a la ciudad de La Plata con el mismo objetivo que muchos de los residentes que se suman cada año: estudiar. Inclinado hacia lo comercial, abrió el negocio para seguir con lo que ya estaba instalado en Claromecó.
A la vista, parece un hombre frío y distante, con su pantalón oscuro y un suéter clásico. Pero junto con el respeto con el que se maneja, con sus empleados tiene una relación de confianza y amabilidad, de esas relaciones que no necesitan del “usted” para comunicarse. Sus clientes son, en su mayoría, ya conocidos, que compran en su negocio de generación en generación. Casi como una costumbre familiar.
Tampoco se podría rehusar a responder unas preguntas un viernes al mediodía a pocos metros de la lluvia que amenaza con salpicar. Y despreocupado por la condición del clima, se ofreció a responder más inquietudes, de ser necesario, tras la entrega de una tarjeta de su local.

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