La utopía del trabajo perfecto


Las reglamentaciones en cuanto a la exposición de artesanías en la vía pública es un tema del que se habla con frecuenta en el ámbito de los artesanos. Es una historia iniciada hace ya mucho tiempo cuyo conflicto todavía no llegó a resolverse.

Según cuentan algunos artesanos que muestran su arte sobre paños en veredas y plazas, empleados del Municipio de La Plata los corrieron no hace mucho tiempo del lugar en donde se instalaban diariamente. Utilizando la fuerza y alegando sus motivos a la queja de los comerciantes más cercanos, no les dieron otra opción más que la de retirarse.

En este relato, ellos no encuentran un lugar dónde trabajar de lo que les gusta. “Somos la parte  que no le gusta a la política del lugar” dice uno de ellos, Sergio, y admite que “las quejas de los negocios son lógicas”, porque sus dueños están pagando los impuestos.

Las ferias pueden encontrarse entre las opciones de algunos, pero éstos son pocos. La Ley federal del artesano que contempla las reglamentaciones de las ferias y su organización “atenta contra el artesano”. Algunas de sus obligaciones serían pagar un monotributo a la AFIP y declarar sus ventas, lo cual para Sergio hace que se pierda la esencia del arte, de la promoción cultural, y lo vuelve algo completamente comercial.

Según él, quien hoy vende sus creaciones en un paño en Plaza San Martín, la feria más conocida de la ciudad de La Plata tiene sus puestos en malas condiciones y no es un lugar cómodo para hacer su trabajo. Aspectos básicos como la conexión eléctrica y la estructura de los puestos son tan precarias que podrían costarle la vida a cualquiera. Es una feria que está en decadencia, según un amigo que lo acompaña y le trasmite técnicas de trabajo.

Además, en esta feria no se puede poner a la venta dos rubros diferentes en un mismo puesto, por lo cual él debería elegir entre las pulseras de hilo en macramé y las de metal. Los trabajos deben ser elaborados y puramente artesanales, pero Sergio denuncia que a veces se le prohíbe la venta a quienes más clientes tienen con excusas de que usan marca registrada o por trabajar con herramientas especiales y no a mano.

Su amigo explica que los puestos fijos sólo son dados al cumplir los tres años de antigüedad en la feria, pero que en algunas ocasiones los han negado y que deberían estar armados a las diez de la mañana pero el horario nunca se cumple.

En su vida como artesano, los episodios violentos son reales. Un 16 de abril, días después de que golpearan a una amiga que exponía junto a él en la plaza para sacarle las artesanías, le robaron un paño con minerales que costarían alrededor de $5000 y lo amenazaron de muerte.
Pese a la ayuda de un abogado y de los vecinos que se presentaron como testigos del hecho, no pudo recuperar sus pertenencias y, en contravención, recibió una multa de otros casi $5000, la cual firmó como no conforme. Lo habían decomisado y ni siquiera se había especificado debidamente las piedras que le sacaron. Tras este hecho, decidió ir a vivir un tiempo a Misiones.


Hoy, para él es una utopía pensar en una reglamentación que le permita a los artesanos trabajar como quisieran, libres de violencia y haciendo lo que más les gusta.

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