Adaptarse al tiempo

Nota de Color - Clara Martinez 

Guillermo Gonzáles y su hermana abrieron su primer local en La Plata en 1970 como un negocio familiar. Comenzaron puramente con productos artesanales pero con los años y los cambios que se fueron dando en el país, las modas y las tendencias fueron ganando un espacio en el local y se empezaron a incorporar otro tipo de productos: objetos importados, de regalaría, carteras y bolsos. Siempre manteniendo el mismo estilo que caracteriza al comercio.


Además del local central en La Plata, dos años más tarde se inauguraron otros dos en Claromecó y Tres arroyos. Estos dos hoy funcionan únicamente durante la temporada de verano. En éstos, además de vender exactamente la misma mercadería que en la sucursal central hay un fuerte que son los productos estacionales, sobre todo en Claromecó, teniendo en cuenta que es un lugar de playa, los objetos de náutica ocupan gran parte del local y son una de las principales demandas.


Actualmente, los tres locales son manejados únicamente por Guillermo, quien considera que a pesar de vender lo mismo en cada lugar tiene un público diferente y por lo tanto otro trato y otra venta. Los productos suelen variar según sus locales y sus clientes, que muchos son hijos o nietos de los primeros que compraban cuando el local recién había abierto, pero siempre bajo el estilo y la línea que caracteriza al local El Artesano.

Mediodía húmedo en El Artesano

Territorio - Bárbara Rocío Benitez 

Viernes, 11 horas del mediodía en La Plata, el cielo parece que se va a caer. La lluvia amenaza a los ciudadanos pero igualmente aquel local abierto desde 1970 sigue en pie, superando catástrofes, manteniendo su estilo artesanal en aquella esquina de 54 y 6. Con los pies empapados y bajo aquel pequeño techo que cubre la vidriera repleta de aritos, tazas, mates decidimos ingresar en ese negocio que por fuera parece gigante pero por dentro es diminuto.

Su puerta está abierta e invita a entrar. En el interior la luz es leve, está cubierta por la gran cantidad de objetos a la venta. Los ojos no llegan a captar la gran cantidad de cosas pegadas una al lado de la otra. Lo artesanal se fusiona con lo industrializado.
El gran mostrador delimita el espacio redondo donde los clientes se paran. Allí atrás se encuentran dos empleados, una joven y un hombre mayor. Detrás del mostrador, a espaldas de los trabajadores se ve la vidriera y al otro lado de la misma, donde pasan los autos y cae la lluvia.

En el mostrador del lado derecho apenas se pueden apoyar los brazos, sobre este hay velas, lapiceras, anotadores, sahumerios y jabones. Del lado izquierdo hay un diminuto espacio marcado por otro tipo de lapiceras y lápices, tarjetas de regalo y algunas agendas de Mafalda. Entre los clientes se encuentran estructuras metálicas de donde cuelgan llaveros, carteras y paraguas. Regalos para niños y útiles para el colegio.

En el techo se ven osos de peluche gigantes y mochilas. Una columna sostiene, del lado derecho, el techo de madera, en esta se ven tres cuadros de The Beatles. Dirigiendo la vista a la entrada se observa a la izquierda cinturones y más carteras de cuero.
Luego de unos minutos de espera, llegó a escena el dueño de “El Artesano”, para dar una entrevista en la calle, mientras los autos salpicaban y la vereda se empapaba.






Guillermo y El Artesano

PERFIL - Ayelen Castrosin


En la actualidad, ya no es lo más común tener un local puro y exclusivamente para la venta de artesanías. Guillermo Gonzáles, desde la década del ’70 trabaja en El Artesano, un local que creó junto a su hermana, quien después de dos años decidió hacerse a un lado del proyecto.

Alto y serio, alrededor de los 40 años de edad, no bajó los brazos y supo adaptarse a cada cambio externo que así lo requería. Pasó de fabricar casi la totalidad de su mercancía, a incorporar también, hoy, productos importados y artículos de librería. Con su voz cálida, lenta y con las palabras justas, no deja espacio a ninguna duda sobre lo que hacer.

Llegó a la ciudad de La Plata con el mismo objetivo que muchos de los residentes que se suman cada año: estudiar. Inclinado hacia lo comercial, abrió el negocio para seguir con lo que ya estaba instalado en Claromecó.


A la vista, parece un hombre frío y distante, con su pantalón oscuro y un suéter clásico. Pero junto con el respeto con el que se maneja, con sus empleados tiene una relación de confianza y amabilidad, de esas relaciones que no necesitan del “usted” para comunicarse. Sus clientes son, en su mayoría, ya conocidos, que compran en su negocio de generación en generación. Casi como una costumbre familiar.

Tampoco se podría rehusar a responder unas preguntas un viernes al mediodía a pocos metros de la lluvia que amenaza con salpicar. Y despreocupado por la condición del clima, se ofreció a responder más inquietudes, de ser necesario, tras la entrega de una tarjeta de su local.
Los comerciantes dedicados a la venta de productos relacionados con la “artesanía“ , expresaron su preocupación ante el crecimiento y proliferación de ferias y manteros dedicados al mismo rubro, pero con desiguales normas comerciales e impositivas.

Guillermo González, dueño del local comercial “El Artesano “, que durante más de cuatro décadas se dedica a la manufacturación y venta de productos artesanales dijo:”hoy la competencia es feroz”, a su vez hizo una diferenciación entre sus competidores: carteras, pañualeria y bijouterie siempre se vendió, hoy el problema pasa por el dónde se vende y bajo qué reglas”.

Desde su local comercial, que funciona hace más de 40 años en la esquina platense de Diagonal 79 y las calles 6 y 54, González, cuenta: “la competencia con los manteros es feroz, despiadada”, dejando en claro que, ante la igualdad de condiciones comerciales con locales de accesorios importados como las cadenas Isadora u Onda Shop dijo:”con negocios instalados como el nuestro, hay competencia, pero todos estamos con las mismas reglas, en cambio con los feriantes y manteros, no”.

“El Artesano”, cuenta con dos sucursales, una en Claromecó, que además de artesanías vende artículos para playa y otra en Tres Arroyos, sólo de artesanías, es un negocio emblemático y tradicional de la ciudad de La Plata, que según su dueño “debe ser uno de los muy pocos comercios con tantos años ininterrumpidos de la ciudad “y respecto a esto señaló que hubo muchos cambios en la comercialización de artesanas y expresó: ”hoy , hay muchísimas ferias en paseos públicos, muchísimas plazas y muchísimos manteros por fuera del circuito de ferias, que exponen y venden sus productos en la vía pública, entonces la competencia es cada vez más feroz y desleal”.

González, continuó diciendo que “al no pagar ningún impuesto, ni tener la presión impositiva que sí tienen los negocios, los manteros compiten de forma desleal, vendiendo con los mismos precios  sus productos”.  Consultado ante una posible salida a esta problemática dijo: “esto forma parte del gran desorden que tiene el país.  Estamos mal, eso no lo manejamos nosotros”

El movimiento hippie y los artesanos

Nota de color- Alberto Cremonte 


En los últimos años de la década del ´60 comenzó a gestarse una rebelión juvenil, muy particular, que fue conocida como “movimiento hippie”, que se caracterizaba por pregonar la “anarquía no violenta”, la preocupación por el cuidado del medio ambiente y por un rechazo a las políticas materialistas occidentales.

Este movimiento tiene su origen en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, y básicamente es en oposición a la sociedad de consumo y mediocridad que prevalecía en ese país, ante los cambios y mejoras que se estaban produciendo a nivel económico e industrial, que elevaron el nivel adquisitivo de la gran mayoría de los ciudadanos. Estos jóvenes se revelaron, condenando la actitud cómoda y conservadora de la sociedad y del sistema burgués. La oposición a la guerra de Viet- nam coronó a este movimiento.

La palabra “hippie” deriva del vocablo inglés “hipster”, que alude a los que pretendían ser “vanguardistas”. El movimiento hippie es posterior al de la Generación Beat, de la que heredaron la vida bohemia y el anti autoritarismo. Así comenzaron a reunirse en comunas y a vivir en comunidades, donde no había jerarquía y se fomentaba la libertad individual, la revolución sexual y el amor libre, como así también el consumo de drogas alucinógenas como el LSD y la marihuana y los métodos de meditación oriental.

Artísticamente, fue un movimiento muy prolífero, basado en la psicodelia y la multiplicidad de colores, expresados en la moda, artes gráficas, música y en otros ámbitos relacionados con esta contra cultura.

En Argentina, el movimiento hippie compartía el espíritu de los originales de San Francisco, de luchar por un cambio social, aunque tenían sus propios reclamos. En ese momento de la historia, el país era gobernado por la dictadura militar que encabezaba el General Juan Carlos Onganía y los jóvenes veían sus libertades restringidas, eran discriminados por la sociedad, perseguidos y reprimidos por la policía, solo por su aspecto (pelo largo, barba y por lo desalineado de su vestimenta).

El legado artístico de este movimiento contra cultural permanece vigente en la actualidad y puede apreciarse en distintas ramas del arte contemporáneo, como la pintura, la música y por supuesto en producciones artesanales de bijouterie y ornamentos que llevan el sello inconfundible del “hipismo”, tanto por los materiales usados, la forma de manufactura y principalmente por la filosofía de vida de los artesanos, que aun hoy continúan luchando y creyendo en que un mundo mejor es posible. . .


El corazón de la ciudad

TERRITORIO- Clara Martínez

Son casi las once y media de la mañana, está fresco y ventoso pero los rayos de sol se asoman entre los árboles y en unos minutos invaden completamente la plaza.

Ubicada en  50, 54, 6 y 7, Plaza San Martín es tal vez una de las más concurridas de la ciudad. Esto puede deberse a su estratégico lugar, en pleno centro, aledaño al Pasaje Dardo Rocha y a que la gobernación se encuentra en frente de ésta. Lleva su nombre en homenaje al prócer argentino, que  se encuentra ubicado en el centro de la plaza.

A simple vista es como cualquiera de las otras plazas, pero en pocos minutos esta percepción cambia un tanto; nos encontramos con Sergio, un mantero que amablemente nos contó de su vida personal y mejor aún, es un fiel testimonio de los desalojos brutales que sufrieron muchos artesanos por parte de autoridades y la policía.  El hecho de que exponga su trabajo en frente de la gobernación no es un dato menor; hay una tensión constante y en cualquier momento puede ser corrido nuevamente y despojado de sus artesanías y piedras que tienen un valor significativo muy grande para él.

El viento de a poco se levanta y produce una especie de melodía entre los árboles que chocan sin parar. Justo al lado de nosotros, un hombre vestido con un mono verde forcejea violentamente con un pequeño árbol para quitarlo del predio. Tironea y al cabo de unos minutos lo arranca de raíz.

Pasa gente continuamente por al lado del paño que expone Sergio, repleto de sus trabajos realizados en piedra y distintos metales. Al lado está su mochila, es roja y gigante, esas que suelen llevar a cuestas los mochileros. Es su compañera, allí dentro guarda además de todos sus objetos de uso cotidiano, una historia, lo acompaña en todos los viajes que realiza por el país.



Se podría decir que Sergio es un personaje de la plaza, todos lo conocen y se acercan con confianza a saludarlo y preguntarle cosas.


La plaza se empieza a poblar, algunos pasan en bicicleta por el camino de cemento que tiene ésta, se acerca gente con mate o algunos se disponen con una lona para hacer un picnic. Se acerca un grupo grande de estudiantes, todos llevan en su mano el tablero característico que utilizan las carreras vinculadas a lo artístico. Entre risas y gritos se recuestan en algún pedacito donde haya sombra esperando probablemente para volver a entrar a la Facultad o simplemente a descansar un rato.

Sergio: frente a las adversidades

                         
En una vereda de plaza San Martín se encuentra Sergio, sentado en el suelo con su manta al rayo del sol, protege de este su cabeza con un sombrero de pana marrón. Su tez es oscura, su barba abultada llega hasta su pecho. A su lado una mochila de mochilero y en sus pies zapatillas deportivas. Levanta la vista y al ver un grupo de interesado en su trabajo y sorprendentemente en él los deja sentarse a su lado. Las personas pasan, el las observa y comienza la charla, un poco desconfiado.

Desorientado y dudoso a lo que acababa de acceder prefiere no dar su apellido. Detrás de ese joven de unos treinta años, se encuentran vivencias casi imposibles de pensar. Luego de preguntar que debía decir, comienza de a poco a contar su historia. “Soy de La Plata, me dedico al trabajo en metal, minerales orgánicos y no orgánico”, luego de esas palabras silencio, hasta que comprendió que debía decir algo más.



Sergio está expuesto al trabajo artesano desde muy chico. A los 14 años le enseñaron  macramé y desde allí no dejó de hacerlo. Al respecto recuerda: “todo comenzó como un juego, tejíamos con lo que encontrábamos. Ya de grande entré a una fábrica, no me gusto, el día más feliz de mi vida fue cuando me echaron”.

Orgulloso de su trabajo, cuenta que lo que más le apasiona es viajar, y que este se lo permite, “así me gano la vida, hago lo que me gusta. Al hacer lo que me gusta, ya estoy ganando todo. Tampoco tengo grandes expectativas, no quiero una Ferrari”. De pronto un hombre se acerca al grupo, interviene en la charla, al momento en el que el entrevistado habla sobre las ferias, “no me gustan las ferias, atentan contra el arte”, dice con voz ronca y fuerte Sergio. Se nota en ese tono el rencor y la bronca que tiene contra estas.

Se escuchan pasos, ruidos de autos, pero eso no impide que Sergio pueda transmitir todos sus sentimientos en su voz.  Va tomando confianza, se relaja, comienza a hablar cada vez más. La charla comenzó a orientarse hacia el día en que le levantaron su manta y lo sacaron a la fuerza. Invadido por los prejuicios que vive cada día su cara se transforma en una especie de dolor, ira y nostalgia. “Nos corrieron a todos utilizando la fuerza. Estamos muy marcados. Me sacaron el paño el 16 de abril”.

Su voz se vuelve distinta, vuelve a ese tono revolucionario que tanto siente. El tiempo pasa, el reporter sigue grabando, ya olvidó su incomodidad en su totalidad, es él en su esencia pura. Sabe que ese 16 de abril lo marcó, pero sigue adelante, de pronto recuerda su primer contacto con los minerales, fue a los cinco años, en Córdoba, “me traje un montón, con toda la plata que había juntado en una riñonera”.

Siguiendo el tema de las piedras, plantea que no cree que estas emitan energía. Lo ve más como un comercio, en su opinión espantoso, que tienen los comerciantes hacia el público, “creo que tienen energía, a partir de su belleza”.

Ya sumergiendo la charla en los temas actuales de la sociedad y la política, se acomoda su sombrerito y se prepara para dar su visión sobre estos. “Es un problema del sistema, hay un montón de conceptos que los entiendo pero no los comparto. Estamos totalmente alejados de nuestra cultura. En la dictadura si ibas a la a facultad te reventaban a palos, ahora con el paco y las drogas no podes pensar. Cambió el método pero el fin es el mismo”.

Luego de un largo rato de charla, deja sacar fotografías a sus trabajos, pero antes vuelve un poco de esa inseguridad y pregunta a donde irá toda esa información brindada. El miedo a los medios de comunicación estaba a flor de piel. El decir que los entrevistadores eran de primer año lo hizo respirar, nadie iba  sacarlo de contexto.

Fiel a sus ideales, persiguiendo sus objetivos y con ganas de poder hacer justicia, con la idea fija de no pisar una feria por la falta de respeto que esta le tienen a los trabajos del artesano y con una mala mirada cuando lo llaman mantero, Sergio se acomoda, despide al reducido grupo que por unas horas fueron sus escuchas y se prepara para una larga y calurosa tarde junto a sus artesanías, esperando alguna aventura más de tantas ya vividas.

La utopía del trabajo perfecto


Las reglamentaciones en cuanto a la exposición de artesanías en la vía pública es un tema del que se habla con frecuenta en el ámbito de los artesanos. Es una historia iniciada hace ya mucho tiempo cuyo conflicto todavía no llegó a resolverse.

Según cuentan algunos artesanos que muestran su arte sobre paños en veredas y plazas, empleados del Municipio de La Plata los corrieron no hace mucho tiempo del lugar en donde se instalaban diariamente. Utilizando la fuerza y alegando sus motivos a la queja de los comerciantes más cercanos, no les dieron otra opción más que la de retirarse.

En este relato, ellos no encuentran un lugar dónde trabajar de lo que les gusta. “Somos la parte  que no le gusta a la política del lugar” dice uno de ellos, Sergio, y admite que “las quejas de los negocios son lógicas”, porque sus dueños están pagando los impuestos.

Las ferias pueden encontrarse entre las opciones de algunos, pero éstos son pocos. La Ley federal del artesano que contempla las reglamentaciones de las ferias y su organización “atenta contra el artesano”. Algunas de sus obligaciones serían pagar un monotributo a la AFIP y declarar sus ventas, lo cual para Sergio hace que se pierda la esencia del arte, de la promoción cultural, y lo vuelve algo completamente comercial.

Según él, quien hoy vende sus creaciones en un paño en Plaza San Martín, la feria más conocida de la ciudad de La Plata tiene sus puestos en malas condiciones y no es un lugar cómodo para hacer su trabajo. Aspectos básicos como la conexión eléctrica y la estructura de los puestos son tan precarias que podrían costarle la vida a cualquiera. Es una feria que está en decadencia, según un amigo que lo acompaña y le trasmite técnicas de trabajo.

Además, en esta feria no se puede poner a la venta dos rubros diferentes en un mismo puesto, por lo cual él debería elegir entre las pulseras de hilo en macramé y las de metal. Los trabajos deben ser elaborados y puramente artesanales, pero Sergio denuncia que a veces se le prohíbe la venta a quienes más clientes tienen con excusas de que usan marca registrada o por trabajar con herramientas especiales y no a mano.

Su amigo explica que los puestos fijos sólo son dados al cumplir los tres años de antigüedad en la feria, pero que en algunas ocasiones los han negado y que deberían estar armados a las diez de la mañana pero el horario nunca se cumple.

En su vida como artesano, los episodios violentos son reales. Un 16 de abril, días después de que golpearan a una amiga que exponía junto a él en la plaza para sacarle las artesanías, le robaron un paño con minerales que costarían alrededor de $5000 y lo amenazaron de muerte.
Pese a la ayuda de un abogado y de los vecinos que se presentaron como testigos del hecho, no pudo recuperar sus pertenencias y, en contravención, recibió una multa de otros casi $5000, la cual firmó como no conforme. Lo habían decomisado y ni siquiera se había especificado debidamente las piedras que le sacaron. Tras este hecho, decidió ir a vivir un tiempo a Misiones.


Hoy, para él es una utopía pensar en una reglamentación que le permita a los artesanos trabajar como quisieran, libres de violencia y haciendo lo que más les gusta.