PERFIL - Alberto Cremonte
Aurelia, tiene 38 años y la fragilidad aparente de su pequeño
físico, queda a un lado cuando uno la escucha hablar, es toda energía, ímpetu,
mueve sus manos con ademanes firmes, resalta las palabras que ella desea que me
llamen la atención como para conseguir una re pregunta y así seguir con su
historia.
“Vivo de la artesanía exclusivamente, hace casi 15 años. Este es
mi trabajo.” Y dice trabajo, no de una forma caprichosa ni por ponerle un
nombre digno a lo que ella hace.
“Sí, es mi trabajo, y comienza con una vaga idea, un diseño, que
bien puede ser un plato, un cuadro o simplemente un tutor para plantas. En él
busco originalidad, detesto la copia, esto hace más ardua la tarea. No me gusta
copiar ni auto copiarme, estoy en permanente creación.”
Así se presenta, con autoridad, sin dejar lugar a dudas ni a
dobles discursos. Sus padres son paraguayos. El papá, llegó a Argentina a los
17 años en busca de un mejor futuro y escapando, como tantos otros paraguayos,
de la Dictadura Militar de aquel país.
“Acá también había dictadura”, señala Aurelia, pero al menos
estaban garantizadas la salud y la educación.
Su madre vino a los 9 años de edad, también mandada por sus
padres, a la casa de unos parientes, que ya estaban acá.
El espíritu combativo, aguerrido de nunca bajar la cabeza, ni
dejarse llevar por delante, por nada ni por nadie, está en su ADN, en esa
sangre guaraní, heredada de sus padres, que siempre le inculcaron seguir y
pelear por sus ideales.
Es la segunda hija. Tiene un hermano mayor, músico, un hermano
menor, que falleció electrocutado en un accidente doméstico, a los 15 años.
“La muerte de mi hermano nos marcó para siempre, hay un antes y un
después de ese desafortunado episodio”. Y tiene una hermana menor, que actualmente vive en Montevideo,
Uruguay.
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| Aurelia y su hijo Evo, de su blog http://jardindelapasionaria.blogspot.com.ar |
Aurelia nació en 1976, en el comienzo de la Dictadura Militar,
motivo suficiente para que sus padres decidieran dejar la ciudad. Se van a
vivir a Hipólito Vieytes, una zona rural a 70 kilómetros de La Plata. Allí
viven hasta 1981.
De regreso en La Plata, empezó con la educación formal en la
escuela primaria Nº125, luego comienza la secundaria en el Normal 3, hace hasta
tercer año y abandona.
“La escuela me aburría, me costaba, pero a la vez sentía que
estaba defraudando a mis padres, por el esfuerzo económico que les significaba.
Comencé a trabajar cuidando niños y así me empecé a dar algunos gustos, discos,
recitales, viajes.”
Más allá de estos “gustos” que se da, comienza unos cursos de
fotografía, pintura y uno de una aproximación al mundo del cine. Este último la
decide a terminar el secundario, de noche, en una escuela para adultos.
“Mi papá era mi ‘garante’, no me querían dejar estudiar ahí porque
era menor y él fue y firmó la autorización para que me dejaran estudiar. Una
locura.”
Termina el secundario y empieza a estudiar cine en Bellas Artes.
Ella misma señala un dato curioso:
“Cuando empecé la facultad, mi viejo empezó a estudiar en la
facultad de Trabajo Social, en 1995, estaba desocupado y con mis hermanos le
bancábamos el estudio al viejo. Se recibió, y hoy es ayudante de cátedra en la
materia Trabajo Social 5. Fue todo muy loco.”
Durante esos años en la Universidad, empieza a tener las primeras
aproximaciones al trabajo artesanal, pintando o ensamblando piezas de otros
artesanos. Viaja de vacaciones a Córdoba, se instala en San Marcos Sierra, en
una comunidad de artesanos, donde comienza a forjar su futuro. En 2000 decide
dedicarse de lleno a la artesanía en vidrio, vitrofusión combinada con hierro,
madera y otros materiales.
“Empecé trabajando para otros artesanos, pero al poco tiempo
entendí que el negocio era solo de ellos, yo ponía mi cabeza, mis manos, mi
creatividad y la ganancia se la llevaba otro. En ese momento, me pagaban 30
pesos por día y ese era el valor comercial de un solo par de aros que yo
diseñaba. Yo hacia 100 pares de aros por semana. Me sentí explotada y me fui.
Empecé a trabajar para mí, sin patrones, sin horarios.”
No alcanza con sólo ver y apreciar los objetos que realiza para
darse cuenta lo mucho que hay detrás de ellos, el esfuerzo por buscar
originalidad, el tiempo ocupado en la creación y el tiempo que quizás, deba
trasladarlo, mostrarlo y hasta
defenderlo antes de conseguir un comprador. Si es de los que aprecian realmente
todo ese trabajo, mejor.
Hace seis años que Aurelia no está sola, la acompaña Evo, su niño
y única razón por la cual el reloj le marca las horas. “La llegada de Evo fue
grandiosa, trajo orden a mi vida. Todo lo que proyecto gira en torno suyo. Él
es el único que me pone horarios.
Se termina el segundo termo de mates, amargos, y se apaga el
repórter.

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